La presidenta del BCRA, Mercedes Marcó del Pont, argumentó sobre lo bueno que sería que la capacidad prestable hoy invertida en Pases se destinará al crédito para las empresas, dado que de esta manera aumentaría la oferta de bienes y, consiguientemente, bajaría la inflación. Es un argumento que fue utilizado numerosas veces y que «prima facie» pareciera obvio: si aumenta la oferta de algún bien, dada una cierta demanda, los precios tenderán a caer, y si esto ocurre en muchos mercados, la inflación entonces cedería.
Sin embargo, las cosas no funcionan así. Y no lo hacen porque lo que es válido para alguno o varios mercados en particular (microeconomía), no resulta válido para el conjunto de la economía (macroeconomía).
Veamos un ejemplo concreto: supongamos que se le da crédito a una empresa que fabrica galletitas para que expanda su producción. Digamos que, con el crédito, expande un 20% su producción física. Para poder hacer esto, la empresa pagará más salarios (horas extras, nuevos trabajadores, etc.), comprará materias primas (harina, polietileno y cartulina para envases, etc.), e incurrirá en una serie de gastos, que representa ingresos para alguien. Así, los propios trabajadores, más los de la empresa molinera, más los de la fabricante de envases irán recibiendo más ingresos. Y éstos se gastarán. Por cierto, una muy reducida cantidad se destinará a galletitas. La gente irá demandando más carne, arroz, fideos, dulce de leche, té, café, revistas, entradas de cine, etc. Tendremos, entonces, que si bien en el mercado de galletitas habrá exceso de producción (supongamos que aumentara en $ 20 la oferta y sólo en $ 3 la demanda, habría un exceso de oferta por $ 17), en una gran variedad de mercados se producirá un exceso de demanda. Es decir, como no aumentará la producción ni de carne, fideos, arroz y dulce de dulce de leche, pero habrá más demanda para consumo de cada uno de estos productos, se producirán presiones alcistas de precios en estos mercados. Con-
secuentemente, tendríamos muy probablemente baja de precios de las galletitas y alzas (más pequeñas) en cada uno de los restantes mercados donde se experimentara alza de la demanda.
El efecto en la tasa de inflación dependerá de una serie de factores pero, básicamente, puede estimarse como neutro. Como todo lo que es aumento de oferta genera ingresos, y éstos generan demanda, oferta agregada y demanda agregada (macroeconomía) tienden a igualarse, con efecto más bien neutro en la tasa de inflación. Podríamos repetir el experimento y prestarle a todas las empresas del país, y lograremos incrementar oferta y demanda en magnitudes similares, sin alterar en esencia la tasa de inflación vigente.
Ahora bien, hay límites para el aumento de la producción del país, por más crédito con que lo inundemos. Por ejemplo, para este año la economía podría llegar a crecer un 4,5%. Aun si el crédito se expandiera muy fuertemente se podría aumentar esa tasa de crecimiento en 1 punto porcentual, o 2, como máximo 3 puntos porcentuales. Es decir, teóricamente, la economía podría expandirse el 7,5% si el crédito aumentara lo suficiente.
Vuelco
Para crecer esos 3 puntos adicionales puede estimarse que, si las preferencias por circulante y depósitos se mantienen constantes en el público, y se lograra que nada del aumento de la demanda se volcara a suba de precios adicional (cosa harto improbable), el crédito debería crecer aproximadamente, un 6% (adicional al 20% que estimamos como «normal»). O lo que es similar, que tanto el circulante como los depósitos crecieran un 3% (adicional), proceso gatillado por una caída del stock de Pases por unos $ 3.300 millones.
Esto implica que en el mejor de los casos podría intentarse un vuelco desde Pases a crédito por unos $ 3.300 millones (en forma adicional al proceso corriente de expansión de dinero y crédito), y esperar que ello se vuelque únicamente a aumentar la producción (nada a precios), para que la economía crezca entre 1 y 3 puntos más.
El sistema financiero tiene Pases que oscilaron en torno a los $ 15.000 millones. Si se intentara convertir rápidamente el total de pases en crédito, ahí la presión inflacionaria adicional sería muy alta, y la tasa de inflación que hoy ronda el 20% anual podría llegar incluso a duplicarse. La masa de circulante que iría dando vueltas por los mercados no podría hacer que la producción global del país creciera más que un 3% adicional, y todo el efecto se iría volcando a precios. Hay que tener cuidado, entonces, con los intentos de políticas de expansión crediticia que estaría aparentemente propiciando el Banco Central, que dejarían en el mejor de los casos la inflación en los actuales niveles y podrían llevar en extremo a duplicarla. Y que en ningún caso (y eso es lo más grave) llevaría a la baja de la tasa de inflación.
Éste es el riesgo de intentar llevar adelante políticas monetarias sólo mirando efectos microeconómicos, olvidando los aspectos básicos que hacen al equilibrio macroeconómico de corto y mediano plazo. En todos los bancos centrales del mundo, se sabe que expandir el crédito implica expandir la demanda (aún cuando también pueda llegar a expandirse la oferta en proporciones similares). Y ésta no es la receta para bajar la inflación.
Por lo tanto intentar reducir la inflación corriente, desde el 20% a algo más razonable (la Argentina no debería tener una inflación mayor al 5%), no se puede hacer exacerbando más la creación de dinero y crédito. Además en el mejor de los casos, políticas de expansión adicional del crédito para que las empresas inviertan, tendrían beneficios en aumentar más la tasa de crecimiento del PBI, pero sin bajar la inflación. Dado que la prioridad debería ser bajar la muy alta tasa de inflación actual, brilla por su ausencia el intento de uso de herramientas de control monetario usuales en el mundo, desde EE.UU. y China, hasta Chile, Brasil. De esta manera, el uso y abuso de la expansión monetaria nos pueden llevar a tasas de inflación aún más elevadas y/o a fenómenos de inflación reprimida (más pesada herencia para el próximo gobierno), vía las políticas «compensatorias» de aumento en los controles de precios.
(*) Ex representante alterno del MECON en el BCRA.
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