Los analistas internacionales tejen todo tipo de hipótesis para tratar de explicar qué sucede en el Viejo Continente. Algunos hablan de una simple desaceleración, otros ya presagian que puede terminar en una virulenta crisis del crédito.
Esto sucede en un contexto en el que importantes bancos deben afrontar grandes pérdidas asociadas a su exposición a deudas de países en problemas.
En realidad, razonan los expertos, ya no importa tanto el futuro de un territorio sino el impacto que pueda tener la caída de uno sobre otros.
"Nadie está tan preocupado por Grecia, sino por el contagio", señaló Axel Merk, presidente y director de inversión de Merk Mutual Funds, a The Wall Street Journal.
El “efecto dominó” comienza a estar en boca de muchos analistas, que temen por el impacto que pudieren causar las economías más comprometidas, por la diseminación de sus efectos nocivos y por la reacción de inversores, que se apresurarán a refugiarse en activos más seguros.
¿Cuáles? Usted ya lo sabe, o al menos lo intuye. De hecho, ese movimiento ya comenzó. Apenas el mundo se hizo eco del primer temblor, que se gestó en Dubai allá por noviembre, el billete verde escaló 10% frente al euro.
"Lo que vemos es una venta masiva de bonos mientras los inversores se ajustan a las bajas expectativas de la zona del euro", afirmó dijo Tim Backshall, analista de Credit Derivatives Research.
Las apuestas en contra de aquellos países que atraviesan una situación fiscal complicada se multiplican. Y a esta altura no hay forma de predecir cuándo van a revertirse.
La precaria situación de Grecia es noticia desde principios de año. Pero ya se habla de que ese país es sólo la “punta de un gran iceberg”.
En este sentido, en la última semana los ojos de los analistas se posaron en otras dos naciones del sur de Europa: España y Portugal.
Pero eso no es todo: la “lista negra” que, en poquitos meses, ya incluye a cuatro países (Dubai, Grecia, Portugal y España) está abierta a nuevas incorporaciones, que pueden ocurrir de un momento a otro.
¿Por qué se da este escenario? Sucede que muchos territorios, durante largo tiempo, se beneficiaron con el uso de la moneda común, dieron rienda suelta al gasto y a la implementación de políticas de endeudamiento verdaderamente laxas.
Al respecto, Jan Randolph, director de IHS Global Insight, señaló: “La posibilidad de emitir deuda barata, gracias a la asociación del euro, hizo que muchos países tomen prestado más de lo que podían costear y crearan un aumento en el gasto del consumidor, que luego redundó en un falso progreso económico”.
Los gobernantes de algunas naciones están asustados “en serio” e intentan pegar un volantazo para ordenar las cuentas fiscales. Pero analistas internacionales temen que sea demasiado tarde (Grecia prometió un recorte importante en su déficit fiscal y España, que enfrenta una tasa de desempleo de casi 20%, anunció que reducirá su gasto en u$s70.000 millones por varios años).
Por la magnitud del problema y la enorme necesidad de fondos frescos que requieren algunas naciones para salir a flote, no es ninguna sorpresa que permanezca el temor por un eventual incumplimiento en los pagos.
Para evitar que se desintegre una unión monetaria, que tardó años en consolidarse y que eso termine por dinamitar la credibilidad del mismo euro, los analistas apuestan a una rápida intervención del Banco Central Europeo (BCE).
El efecto contagio es más temido que la propia crisis griega
El contagio financiero, que es la transmisión de presiones especulativas desde un país, banco o moneda a otro, fue el motor que impulsó algunas de las peores crisis financieras de los últimos años.
El centro del problema, que hasta hace poco era Grecia, ya se amplificó a otros países y se teme que arrastre a varias entidades financieras de ese continente.
"Si cae Grecia es un problema para la eurozona, pero si cae España el problema se convierte en un desastre", reconoció el gurú Nouriel Roubini, famoso por haber pronosticado desde 2006 la crisis subprime, que estallara un año después.
Barclays Capital es una de las entidades más pesimistas a la hora de trazar un diagnóstico: “La crisis de credibilidad sobre la deuda soberana de Grecia representa sólo la punta del iceberg, y no se descarta que esto acabe arrastrando a otros países más”.
"El contagio puede ser rápido y tomar caminos impredecibles", alertó el informe, que tomó como referencia inmediata lo ocurrido con el derrumbe los “tigres asiáticos” en el segundo semestre de 1997 (cabe recordar que esta crisis tuvo lugar por la devaluación de la moneda tailandesa).
¿Hay riesgos de un derrumbe bancario en cadena en Europa?
La hipótesis, que podía parecer osada y fuera de contexto hace apenas pocos meses, comienza a ser tenida en cuenta cada vez con mayor frecuencia por analistas y banqueros.
El principal riesgo reside en la elevada exposición de los bancos del continente y en el escaso margen de maniobra que tendría la Unión Europea (UE) para ayudar a las instituciones financieras en dificultades.
Los activos de los bancos contabilizan nada menos que 1.6 billones de dólares en derivados financieros y pagarés de dudosa cobrabilidad de países de Europa del Este, por préstamos no saldados.
Las cifras, de por sí, son escalofriantes y es por eso que los analistas comparan lo que le toca vivir al viejo continente con los sucedido en los Estados Unidos
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Esto sucede en un contexto en el que importantes bancos deben afrontar grandes pérdidas asociadas a su exposición a deudas de países en problemas.
En realidad, razonan los expertos, ya no importa tanto el futuro de un territorio sino el impacto que pueda tener la caída de uno sobre otros.
"Nadie está tan preocupado por Grecia, sino por el contagio", señaló Axel Merk, presidente y director de inversión de Merk Mutual Funds, a The Wall Street Journal.
El “efecto dominó” comienza a estar en boca de muchos analistas, que temen por el impacto que pudieren causar las economías más comprometidas, por la diseminación de sus efectos nocivos y por la reacción de inversores, que se apresurarán a refugiarse en activos más seguros.
¿Cuáles? Usted ya lo sabe, o al menos lo intuye. De hecho, ese movimiento ya comenzó. Apenas el mundo se hizo eco del primer temblor, que se gestó en Dubai allá por noviembre, el billete verde escaló 10% frente al euro.
"Lo que vemos es una venta masiva de bonos mientras los inversores se ajustan a las bajas expectativas de la zona del euro", afirmó dijo Tim Backshall, analista de Credit Derivatives Research.
Las apuestas en contra de aquellos países que atraviesan una situación fiscal complicada se multiplican. Y a esta altura no hay forma de predecir cuándo van a revertirse.
La precaria situación de Grecia es noticia desde principios de año. Pero ya se habla de que ese país es sólo la “punta de un gran iceberg”.
En este sentido, en la última semana los ojos de los analistas se posaron en otras dos naciones del sur de Europa: España y Portugal.
Pero eso no es todo: la “lista negra” que, en poquitos meses, ya incluye a cuatro países (Dubai, Grecia, Portugal y España) está abierta a nuevas incorporaciones, que pueden ocurrir de un momento a otro.
¿Por qué se da este escenario? Sucede que muchos territorios, durante largo tiempo, se beneficiaron con el uso de la moneda común, dieron rienda suelta al gasto y a la implementación de políticas de endeudamiento verdaderamente laxas.
Al respecto, Jan Randolph, director de IHS Global Insight, señaló: “La posibilidad de emitir deuda barata, gracias a la asociación del euro, hizo que muchos países tomen prestado más de lo que podían costear y crearan un aumento en el gasto del consumidor, que luego redundó en un falso progreso económico”.
Los gobernantes de algunas naciones están asustados “en serio” e intentan pegar un volantazo para ordenar las cuentas fiscales. Pero analistas internacionales temen que sea demasiado tarde (Grecia prometió un recorte importante en su déficit fiscal y España, que enfrenta una tasa de desempleo de casi 20%, anunció que reducirá su gasto en u$s70.000 millones por varios años).
Por la magnitud del problema y la enorme necesidad de fondos frescos que requieren algunas naciones para salir a flote, no es ninguna sorpresa que permanezca el temor por un eventual incumplimiento en los pagos.
Para evitar que se desintegre una unión monetaria, que tardó años en consolidarse y que eso termine por dinamitar la credibilidad del mismo euro, los analistas apuestan a una rápida intervención del Banco Central Europeo (BCE).
El efecto contagio es más temido que la propia crisis griega
El contagio financiero, que es la transmisión de presiones especulativas desde un país, banco o moneda a otro, fue el motor que impulsó algunas de las peores crisis financieras de los últimos años.
El centro del problema, que hasta hace poco era Grecia, ya se amplificó a otros países y se teme que arrastre a varias entidades financieras de ese continente.
"Si cae Grecia es un problema para la eurozona, pero si cae España el problema se convierte en un desastre", reconoció el gurú Nouriel Roubini, famoso por haber pronosticado desde 2006 la crisis subprime, que estallara un año después.
Barclays Capital es una de las entidades más pesimistas a la hora de trazar un diagnóstico: “La crisis de credibilidad sobre la deuda soberana de Grecia representa sólo la punta del iceberg, y no se descarta que esto acabe arrastrando a otros países más”.
"El contagio puede ser rápido y tomar caminos impredecibles", alertó el informe, que tomó como referencia inmediata lo ocurrido con el derrumbe los “tigres asiáticos” en el segundo semestre de 1997 (cabe recordar que esta crisis tuvo lugar por la devaluación de la moneda tailandesa).
¿Hay riesgos de un derrumbe bancario en cadena en Europa?
La hipótesis, que podía parecer osada y fuera de contexto hace apenas pocos meses, comienza a ser tenida en cuenta cada vez con mayor frecuencia por analistas y banqueros.
El principal riesgo reside en la elevada exposición de los bancos del continente y en el escaso margen de maniobra que tendría la Unión Europea (UE) para ayudar a las instituciones financieras en dificultades.
Los activos de los bancos contabilizan nada menos que 1.6 billones de dólares en derivados financieros y pagarés de dudosa cobrabilidad de países de Europa del Este, por préstamos no saldados.
Las cifras, de por sí, son escalofriantes y es por eso que los analistas comparan lo que le toca vivir al viejo continente con los sucedido en los Estados Unidos
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