Estados Unidos, Japón, Suiza o Dinamarca, encarnan distintas vertientes del modelo capitalista. Más alla´de sus múltiples diferencias, hay una convicción que anida en sus clases dirigentes: tienen que fomentar un mayor número de companías exportadoras de productos de alta tecnología y valor agregado.
Los commodities sirven para generar divisas, son indispensables para las arcas fiscales y -en caso de alimentos y petróleo- garantizan recursos estratégicos para el desarrollo. Pero más allá de lo que se exporta, el consenso comienza a mirar má el PBI exportador per cápita que el total de los despachos al extranjero.
Japón exporta U$S 776.000 millones anuales, por ejemplo. Su población total es de 128 millones de personas. Eso significa que cada japonés genera un promedio de U$S 6.000 de exportación anual. La Argentina, con 40 millones de habitantes, despacha al mundo más de U$S 60.000 millones. El saldo por cabeza: U$S 1.500, apenas un cuarto de lo que logra Japón. ;ás cerca del corazón local, Italia exporta más de U$S 550.000 anuales y aloja a 60 millones de personas. Cada itasliano produce U$S 9.000 anuales ex exportaciones, seis veces más que los argentinos.
Según la Unión Industrial Argentina (UIA), la láctea Williner, la cítricola San Miguel, la bodega Catena Zapata, el laboratorio BioSidus, la autopartista Basso, la tecnológica Grupo Assa y hasta la estatal Invap son identificadas como "las promesas". Pueden pegar el salto y convertirse en multinacionales de origen argentino, un privilegio que ahora solo ostentan Tenaris, Arcor, Bagó, Ledesma, Molinos, Roemmers, Sadesa, o Aluar.
Son empresas que quieren diversificarse, plantar bandera en todo el mundo, pero que necesitan que el gobierno las acompañe (o no las obtruya, al menos) en ese recorrido. "La Argentina tiene un montón de empresarios pymes con buenas ideas para insertarse en el mundo. Pero no podrán lograrlo sin un plan estratégico de largo plazo", explica José Ignacio de mendiguren, el titular de la entral fabril.
Su equipo de investigadores elaboró un estudio de cara al 2016. "Hay que exportar U$S 100.000 millones en ese lapso y que el 40% sean manufacturas de origen industrial. El desempleo y la pobreza se ubicarían en el 6%" proyecta.
Para recorrer el camino de Japón e Italia, el país necesita mayor cantidad de exportadores de alta tecnología y valor agregado. Para la cooperación del sector público con el privado, la UIA identificó 33 cadenas de valor con potencial exportable. Más allá del trigo de la región pampeana, miran duraznos industrializados en Cuyo, el complejo caprino en el Noroeste, el arroz del Noreste, la lana patagónica o el sector textil-indumentario (Mendiguren tenía Coniglio) como sectoriales del desarrollo.
"Si uno mira las exportaciones de indumentaria, en realidad son bajas, pero los diseñadores argentinos, que están en París, Nueva York, Tokio, impusieron prendas de alta costura. Esos productos tienen un alto valor agregado de sus ideas y su estética", afirmó.
Otros ejemplos: cada tonelada de porotos de soja se negocia a U$S 500. Sin embargo, si se lo transforma en aceite crudo, ya se consiguen a U$S 1.250. Y si la Argentina pudiera capitalizar el producto final, como el aceite envasado, percibiría casi U$S 2.000 por tonelada.
Con el trigo se puede aplicar un procedimiento similar. La tonelada ronda los U$S 300. Convertida en harina, ya supera los U$S 450. Los mil kilos de galletitas cotizan por arriba de los U$S 3.500 para un broker internacional.
El lactosuero, un subproducto de la fabricación de quesos, no es alta gama, pero allí hay una mejora en el proceso e incorporación de tecnología, comenta de Mendiguren. El eucalipto de Entre Ríos tampoco tiene glamour. Pero, con madera procesada, requerida para muebles, pisos, tableros o los pallets para exportar, el negocio cobra otra dimensión.
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