Brasil acaba de anunciar la creación de una nueva petrolera estatal para gestionar el inmenso lago de petróleo descubierto por ese país en su extenso litoral marítimo. La empresa administrará el área cuya superficie, de 160.000 kilómetros cuadrados, es mayor a toda la provincia y de La Pampa y tiene reservas comprobadas por 80.000 millones de barriles. El descubrimiento de semejante depósito de petróleo fue fruto de un ambicioso proyecto de exploración de la plataforma submarina que inició Petrobras hace años y que le ha dado ahora un privilegiado lugar entre el puñado de países con reservas importantes de petróleo entre los que ya está Venezuela. Sumadas, las de ambos países latinoamericanos, son una de las mayores del mundo.
Casi al mismo tiempo que las noticias de la creación de la nueva empresa brasileña y de la ratificación por parte del presidente Lula del rumbo con fuerte control estatal que tiene toda la política petrolera del vecino país, en la Argentina se conocía que nuestra ex petrolera estatal ahora en manos de la española Repsol YPF había perforado en lo que va del año solo seis pozos petroleros con una inversión de poco menos de 18 millones.
Esa cifra, seis pozos, refleja con exactitud y dramatismo, el gravísimo caso de un país como el nuestro que no solo privatizó su empresa petrolera sino que lo hizo de forma tal que, le dejó a los capitales extranjeros que se la adueñaron -y a sus recientes y no menos voraces dueños argentinos- poner en riesgo el futuro energético.
Se sabe que desde la promocionada e ilusoria "argentinización" de YPF con la irrupción de la una familia de empresarios de origen argentino, Repsol YPF está distribuyendo el noventa por ciento de sus utilidades. Semejante repartija en una empresa que acapara la mayor parte de la explotación del petróleo argentino es el pasaporte seguro al agotamiento de las reservas por el abandono de la búsqueda de nuevo yacimientos.
El año pasado, Repsol - YPF distribuyó así 2.689 millones de dólares a sus dueños totalizando 7.600 millones en el último lustro.
Comparar esta cifras astronómicas con los exiguos 18 millones que ha invertido en la exploración de solo seis pozos en lo que va del año refleja el abandono de cualquier política que pueda poner a nuestro país nuevamente en el ejercicio de su soberanía en un área crítica como lo es la energética.
La responsabilidad del gobierno en esta situación es, sin atenuantes, casi criminal pues no hay un futuro posible si las reservas del hidrocarburos no se amplían y garantizan que el modelo de autoabstecimiento energético que se inició hace medio siglo pueda seguir siendo la base de una posibilidad de desarrollo. Para colmo, el tema no está en la agenda prioritaria de los partidos opositores que, más allá de las consabidas declaraciones de diagnóstico, omiten prolijamente cualquier atisbo de afectar los intereses de las empresas multinacionales. (Casi como lo es hoy su papel en la discusión de la ley de radiodifusión que los tiene decididamente del lado de los monopolios mediáticos)
Mientras, nuestro principal socio en el Mercosur, que copió su empresa petrolera Petrobrás del modelo argentino de YPF a mediados del siglo pasado, sigue mostrando una, para nosotros, envidiable clase dirigente que resguarda el futuro energético de la voracidad de los capitales extranjeros a los que, si convoca, lo hace sin resignar su potestad sobre ese recurso.
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