La élite
La sociedad andina estuvo muy jerarquizada. Comprendía, en la escala inferior, a los hatun runa u hombre del común e inmediatamente por encima se extendía una vasta gama de señores.
Durante el gobierno de Túpac Yupanqui, el soberano ordenó la división de la población en un incipiente sistema decimal. La primera agrupación era de diez hombres del común o chunga (diez) liderados por uno de ellos; diez de estos pequeños grupos componían una pachaca (cien individuos) con su propia jefe; diez de aquellas pachacas formaban una guaranga (mil hombres) también con su señor.
Varias guarangas de una misma composición étnica se unían en una macroetnía o gran señorío con sus propios mitos de origen, sus tradiciones, costumbres e idioma. A estas macroetnías, los españoles las denominaron vagamente "provincias" sin indicar su área geográfica detallada. Así sabemos por ejemplo que existía el Señor de las siete guarangas de Cajamarca, la sétima estaba formada por toda una guaranga de de distintas procedencias e impuestas y formadas por los incas. Este sistema tenía la gran ventaja de permitir una contabilidad permanente en la población, necesaria para conocer por un lado los lugares superpoblados de donde se podía sacar gente para formar los ejércitos y, por otra parte, los que tenían escasez de mano de obra y requerían de mitamaes. La contabilidad se realizaba gracias a los quipus, esas cordeletas de distintos colores, largos y nudos que eran manejadas por especialistas llamados quipucamayos.
A la cabeza de cada macroetnía se situaba el Hatun Curaca o gran señor que a su vez gobernaba a los varios señores de guranga (mil) y así bajaban los jefes en la escala social.
Ahora bien, en todo el Tahuantinsuyo los señores eran duales, uno para la mitad de Arriba y otro para la mitad de Abajo. Con la formación del Estado Inca surgieron los curacas eventuales, por lo general paniaguados o servidores del soberano o personas a quienes éste quería distinguir. Un ejemplo de aquellos eran los dos curacas del pequeño señorío de Lima al tiempo de la fundación española de la Ciudad de Los Reyes. El uno se llamaba Taulichusco y pertenecía a la categoría de yana o sea de servidor de Mama Vilo, esposa secundaria de Huayna Cápac; el segundo jefe, Caxapaxa, radicaba en el Cusco y era yana de Huayna Cápac. Los incas gustaban de tener en la capital a uno de los jefes duales para controlar a los señores en caso de rebelión.
Estos grandes señoríos o macroetnías se desestructuraron muy temprano para crear el sistema de encomiendas coloniales. Además de los señores que gobernaban los grandes señoríos, el Estado necesitaba un gran número de dignatarios para agilizar el gobierno. Se trataba de administradores, jueces, visitadores, Apos o jefes que iban por las "provincias" escogiendo a las doncellas para los Aclla huasi. Muchos de los personajes que cumplían algún papel en la administración de tan grande Estado eran miembros de las panacas o de los ayllus custodios.
Un renglón aparte fueron los quipicamayos o contadores estatales quienes llevaban en los quipu las cifras poblacionales y también los montos almacenados en los depósitos gubernamentales. Dado que en el Incario se desconocía el uso del dinero, los depósitos llenos de bienes manufacturados y de subsistencias representaban la riqueza del Estado. Con esos bienes el Inca podía mostrarse generoso y el gobierno hacía frente a los ritos de la reciprocidad.
Otro funcionario importante era el veedor de los caminos y puentes quien controlaba que la gente local mantuviera en buen estado la red vial.
Los sacerdotes
Después de los diversos señores y de los administradores, eran importantes los sacerdotes. Los había de muy distintas categorías a la cabeza, el sumo sacerdote del Sol, siempre un pariente cercano del Inca.
En el ámbito andino existía una gran afición por los oráculos y se predecía el futuro de muy distintas maneras. Ningún acto importante se efectuaba sin antes consultar con la callpa. Se trataba de extraer el palpitante corazón de un camélido y de leer en él los augurios.
Los informantes de Ávila narran de un augurio sobre el fin de la adoración del dios Pariacaca, un imponente nevado de la zona de Huarochirí. Para honrar dicha huaca se estableció un grupo de sacerdotes de Hanan yauyos dedicados a su culto y un día estando reunidos auscultando las vísceras de una llama sacrificada, uno de ellos exclamó "¡Qué desgracia! Los augurios son nefastos. Hermanos, nuestro padre Pariacaca será abandonado!"
Furiosos, los demás lo insultaron, pero a los pocos días se supo de los sucesos de Cajamarca y los sacerdotes se dispersaron y retornaron a sus ayllus.
Entre los sacerdotes los había que hablaban con las huacas y los que lo hacían con los difuntos. También estaban los que predecían el futuro con granos de maíz, hojas de coca o con arañas negras y peludas encerradas en huesos humanos vacíos para saber el porvenir abrían los tubos de huesos y la forma en que caían los arácnidos y si se quebraban las patas o no, les permitía pronosticar el futuro.
Los mercaderes
En los Andes existió en la costa una clase social que se dedicaba al trueque y al intercambio. Estos fueron llamados por los españoles "mercaderes a modo de indios" porque no usaron dinero, aunque los había de diversa índole.
En el señorío de Chincha, estos "mercaderes a modo de indios " formaban una clase aparte compuesta por seis mil personas. Ellos mantenían un intercambio en dos sentidos, una ruta norteña con balsas hasta Puerto Viejo y Mantas en el actual Ecuador, y una vía terrestre con hatos de camélidos hacia el Altiplano y el Cusco.
Estos tratantes llevaban cobre para el intercambio marítimo con el norte y a su retorno traían mullu, unas conchas rojas (Spondylus) de las tibias aguas de los mares septentrionales. La importancia del Spondylus consistía en ser la ofrenda favorita de las huacas y dioses y se usaban para los ritos propiciatorios de lluvias. Los arqueólogos han hallado Spondylus desde la época Chavin de Huantar, es decir en tiempos muy anteriores al Intermedio tardío sobre el cual tratamos aquí.
Pero no sólo en Chincha prosperaban los "mercaderes". En el norte los había de dos categorías sociales. Existía por una parte, un trueque de pescado seco y salado realizado por grupos de pescadores especializados en dichos trabajos. Ellos trocaban en su propio valle y el excedente lo llevaban a la sierra contigua. El segundo nivel de "mercaderes" correspondía a "señores" que no poseían tierras ni agua - así lo afirmaban- y se ocupaban de mantener un trueque que consistía en ropa de lana, chaquira, algodón, frijoles, pescado y otras cosas. Los jefes más modestos trocaban con sal.
Las clases populares
Los artesanos
En la costa, los artesanos tenían una situación especial pues trabajaban sólo en su oficio. En la sierra, por el contrario, no dejaban de atender a la agricultura. La característica yunga o sea costeña era la especialización laboral.
Con el transcurso del tiempo, el gobierno tuvo necesidad de acceder a un mayor número de objetos suntuarios, lo cual requería de una dedicación exclusiva de los artífices. Por ese motivo se procedía a enviar al Cusco y a los principales centros administrativos a grupos de ayllus de artesanos con el objeto de satisfacer las demandas estatales. Los más solicitados fueron los plateros u orfebres costeños y hallamos en el Cusco a ayllus oriundos de Ica, Chincha, Pachacamac, Chimú y Huancavelica del Ecuador.
Otros artesanos requeridos fueron los ceramistas y pintores de mantos costeños. En 1566 los encontramos en el norte del país solicitando autorización para ir de pueblo en pueblo cumpliendo sus oficios.
Los hatun runa
Eran los hombres del común. Formaban la gran masa de la población andina. La mayoría cumplía tareas agrícolas, ya fuera en sus chacras, en las de los señores o en las del Estado. De entre ellos se sacaba a los hombres para la mita guerrera y los diferentes trabajos gubernamentales como la construcción de caminos y puentes y edificios del gobierno.
Los pescadores
Habitaban el litoral formando una clase social distinta y separada de los sembradores. Vivían en sus caletas y puertos en la vecindad de las lagunas costeras que en aquel entonces existían en todos los valles. En el ámbito andino las playas no eran, como en Europa, abiertas para todos, sino que cada ayllu disponía de una zona del litoral que le era propia.
Los pescadores no poseían tierras de cultivo, hecho que no les impedía mantener estrecha relación con los pueblos de cultivadores y más bien se hallaban supeditados a los grandes señores de los valles.
Los mitimaes
Fueron grupos enviados junto con sus familias y sus propios jefes étnicos a diferentes lugares a fin de cumplir distintos objetivos. Unos defendían las fronteras mientras otros cultivaban la tierra ahí donde faltaba fuerza de trabajo, como hicieron los catorce mil enviados por Huayna Cápac a Cochabamba. La gran variedad de tareas encomendadas a los mitimaes podía mostrar confianza y ser una distinción o ser un castigo infringido a etnías que merecían una acción punitiva. Por último, había mitimaes con fines religiosos para honrar y servir a santuarios importantes.
Los yanas
No se puede usar el término de esclavo para los yanas pues integraban una categoría compleja dentro del contexto social andino. Al contrario de lo sucedido con los mitimaes, perdían toda comunicación con sus ayllus de origen. Para el Inca, los yanas representaban una fuerza de trabajo que no era solicitada por medio de las ancestrales costumbres de la reciprocidad. Hemos visto que había curacas o señores con estatus de yana o sea de servidores directamente bajo el mando del Inca o de su esposa.
Las mamaconas
Eran la contraparte femenina de los yanas. Las jóvenes eran sacadas de sus lugares de origen para habitar los Aclla Huasi o Casa de las Escogidas. Su principal tarea era ocuparse de labores textiles y preparar las bebidas para los ritos y ceremonias. Las había de varias categorías las hermanas o hijas del Inca servían al culto solar y gozaban de privilegios; otras, eran escogidas para esposas secundarias del soberano y para ser entregadas a señores y jefes con quienes el Inca deseaba congraciarse. Por último, las había cantoras, quienes animaban las fiestas y reuniones.
http://incas.fundaciontelefonica.org.pe/hisasp1b.htm
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