
El dólar caro fue el principal instrumento de política económica del gobierno durante los últimos años de expansión económica. Hoy vuelve a estar en el centro de discusión, pero dentro de otro contexto. La crisis financiera internacional, que provocó una profunda retracción de la demanda mundial de bienes y servicios, impulsó a los principales países de la región, como Brasil y Chile, a devaluar sus monedas. El Banco Central de la República Argentina (BCRA) siguió desde atrás ese movimiento durante el año pasado, administrando un gradual reacomodamiento del tipo de cambio que, con el inicio de 2009, comenzó a acelerarse.
Entre presiones y temores, el debate cambiario se agita ahora desde otro lugar. Por un lado, la agitación del fantasma de la mega devaluación apunta a generar la incógnita sobre la capacidad de la autoridad monetaria de seguir administrando esta variable. Por otro lado, en un contexto de depresión mundial, la eficacia del dólar alto es también hoy por hoy motivo de discusión.
En los tres primeros meses del año la Argentina devaluó el peso frente al dólar poco más del 7 por ciento. Si se toma como parámetro la menor cotización de la divisa estadounidense durante 2008 ( fines de junio el dólar valía 3,06 pesos) la devaluación asciende a casi un 23 por ciento.
Bajo la mirada atenta del Banco Central, el gobierno decidió convalidar una suba gradual, que hoy ubica a la divisa en 3,76 pesos para la venta en las casas de cambio rosarinas y un par de centavos menos en la city porteña. La entidad viene interviniendo a diario en el mercado de cambios con ventas que sirven para fijar los precios, ya que la demanda del público también absorbe los dólares que ofrecen los exportadores, gracias al poder de sus reservas.
Pero ¿a quién beneficia y a quién perjudica la suba del dólar? Los analistas advierten que beneficia a los exportadores, que reciben más pesos al liquidar el pago de la mercadería vendida, y al gobierno, que amortigua la caída de ingresos por derechos a la exportación. De la vereda de enfrente se encuentra el trabajador, cuyo sueldo no se ajusta a la medida de una devaluación y pierde poder adquisitivo.
El economista Antonio Margariti explicó que la suba del dólar perjudica a todos los que tienen ingresos en moneda nacional y no pueden cubrirse de la desvalorización indexando sus rentas, es decir aumentando los precios. "Dentro de esa categoría se encuentran los trabajadores, los jubilados, los que viven del alquiler de sus propiedades, los industriales, comerciantes y agricultores que venden en el mercado interno y deben comprar materias primas o insumos cotizables en dólares y, por último pierden los que tienen deudas dolarizadas y sólo reciben ingresos fijos en pesos", detalló.
El analista subrayó que, en cambio, "ganan fortunas los corredores de cambio que hacen la diferencia diaria del spread entre el tipo comprador y vendedor, los exportadores que se abastecen en el mercado interno a precios subvaluados y venden en el exterior y de un modo especial gana el gobierno porque deprime el gasto público exacerbado por la lucha electoral y aumenta sus ingresos con las retenciones y los derechos de exportación en dólares".
En resumen, advierte que "pierden los pequeños y ganan los grandes".
Para el economista Sergio Mantoni, director de la consultora SJM, "se asume que el aumento del dólar genera una mejoría en la competitividad externa" pero "a veces no es tan así". La clave, subrayó, pasa porque " los precios internos no suban en igual cuantía que el tipo de cambio". De otro modo, "se esteriliza la mejoría cambiaria".
Carlos Risso, director del portal especializado Notibancos, advirtió que una devaluación, y más aún con la cultura "dolarista" de la Argentina, "provoca inmediatamente un corrimiento de los precios internos y eso trae aparejado que el primer perjudicado por una devaluación sea el asalariado". Por otro lado, y esto explica la insistencia de la industria en pedir un reacomodamiento del tipo de cambio, sirve para encarecer las importaciones, lo cual, según el contexto, también contribuye a mellar el poder adquisitivo.
El economista Daniel Guida apuntó, que teniendo en cuenta el contexto internacional, una devaluación del peso respecto al dólar posiciona mejor a la Argentina frente a sus socios de la región. "Nos sigue posibilitando una competencia con nuestros socios, principalmente respecto a Brasil". Sin embargo, aclaró que "si el mundo no consume y las naciones no recuperan la demanda global no vamos arreglar mucho los problemas económicos por más que subamos el tipo de cambio".
Mercado interno
El economista de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y diputado nacional Claudio Lozano opinó que la política monetaria y cambiaria que sostuvo el modelo en estos años es un beneficio exclusivo "para un segmento empresarial vinculado a la exportación y para quienes sustituyen importaciones que reduce el poder adquisitivo de quienes tienen ingresos fijos".
"Es una historia bastante conocida para la Argentina", dijo, y consideró "peculiar" que en momentos en que la demanda mundial cae "se trate de compensar vía ajuste interno".
"Deberíamos tratar de recomponer la demanda interna y este mecanismo la deteriora", señaló Lozano. El legislador consideró que en lugar de devaluar para lograr ser competitivos frente a los países de la región "se debería diseñar una estrategia de complementación con los socios vecinos".
"Las divisas se deberían transformar en un bien esencial y estratégico cuyo uso y movimiento no quede sujeto a las vicisitudes del mercado sino de una política pública", dijo y, en ese sentido, subrayó que "deberían usarse estrictamente para el financiamiento del comercio exterior, una política de desarrollo o pago de deuda pública".
La urgencia, opinó, es en cambio, "frenar por vía de un estricto control cambiario y financiero la fuga de capitales que en los últimos dos años implicó 35 mil millones de dólares".
"Es una barbaridad que en un contexto donde necesitamos tener control sobre el uso y destino de los excedentes para fortalecer el proceso de inversión, en la Argentina estemos permitiendo una fuga de esta magnitud, con el uso de las divisas se debe financiar el desarrollo para tener más poder adquisitivo y más mercado interno", subrayó.
Mantoni explicó que la competitividad no pasa solamente por el tipo de cambio" y expresó su temor de que un aumento del tipo de cambio termine consolidando el proceso de huir del peso, produciendo un descenso de la demanda de dinero doméstica y golpeando aún más la actividad. "Siempre que se desmonetizó la economía, las tasas de interés escalaron y el nivel de actividad se resintió", subrayó.
Para el economista Tulio Ceconi, el tipo de cambio alto es sólo una de las herramientas que el gobierno tiene a su alcance para mejorar la competitividad de las empresas. "Después de 2001 tuvo un efecto muy claro porque había una gran capacidad ociosa y los salarios estaban quietos por el gran desempleo, ahora aumentar el tipo de cambio, con una situación de disminución de actividad económica, impactaría en la competitividad en la medida de que no sea trasladado a salarios por el peligro inminente de desempleo ni a los costos de producción", indicó Ceconi.
El titular del Ieral Litoral de la Fundación Mediterránea sostiene que una economía equilibrada se da más por un aumento de la producción que por una suba del dólar. "La calesita a veces perjudica y a veces no, es preferible que no haya modificaciones en la divisa norteamericana para tener ganancias reales, con productos de calidad y buen precio", subrayó el analista.
Varita mágica
Guida coincidió con que la devaluación por sí sola no es una buena política. "Uno puede pensar que bien administrado, con los controles debidos y las políticas activas que correspondan puede ser beneficioso para el país. Pero esto se soluciona con consumo, si no hay consumo no hay economía. La especulación nos perjudica. El gobierno debe tomar las medidas para que esta administración del peso sea seria y en conjunto con otras políticas. La devaluación es una variable más. Si pensamos que es la varita mágica estamos equivocados", contextualizó.
En ese sentido, advirtió que "es probable que en el actual contexto económico" las pymes "no la pasen bien" con una devaluación exagerada. Primero, "por la restricción del crédito, si sube el dólar y el gobierno para mantenerlo permite que suban las tasas de interés, es más negativo, genera una retracción en la inversión negativa", advirtió Guida, al tiempo que subrayó: "La actual crisis es distinta a la que vivió Argentina en 2001, pero eso no debe llevarnos a decir que no hay crisis, y es como un enfermo que dice que no tiene fiebre porque llegó a 39º en lugar de los 42º que tenía antes".
fuente: http://www.lacapital.com.ar/ed_impresa/2009/4/edicion_166/contenidos/noticia_5250.html
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